La parte mas delicada y mas sensible de
cualquier negocio es a la hora de vender o comprar algo, ya que ahí
es donde está la perdida o ganancia. Aun que nunca hay feria buena o
feria mala ya que cuando unos pierden otros ganan.
Los hermanos Mansilla, los Barrabases,
y los Campilleros fueron profesionales del trato, provenientes de una
saga familiar toda su vida la dedicaron a comprar y vender mulos,
caballos, burros, etc. Todavía recuerdo aquella riata de mulos
arriatados con cabezadas de soga a la cola del mulo anterior llegando
al pueblo y alojarsen en la posada de la Tía Olimpia.
Al día siguiente, todo era un ir y
venir de personas viendo y probando mulos para ver si surgía el
trato.
Romualdo González fue una persona dada
al trato. Una vez hizo un viaje de cortesía al pueblo de Zafrilla en
la provincia de Cuenca acompañado por su mujer y una yunta de mulos.
Al llegar allí, uno de sus conocidos le propuso comprarle la yunta
de mulos, cuando Romualdo entre un estira y afloja que si más que si
menos le vendió la yunta. Con las mismas fueron a celebrar el trato
a la cantina del pueblo vulgarmente conocido como hechar el
alboroque. Estando allí celebrando dicho trato apareció otro vecino
del pueblo e integrándose a dicha celebración cuando este le compró
allí mismo la yunta de mulos al otro por lo cual hecharon otro
alboroque. Más tarde llegó un tercero que este compro nuevamete la
yunta al anterior revalorizando el producto. Así estuvieron durante
dos días y dos noches y al final Romualdo volvió al pueblo habiendo
comprado nuevamente la yunta de mulos al anterior y habiendo pagado
más dinero que cuando la vendió.
``No se gana pero se trapichea´´.
La llegada al pueblo de unos hojalateros de raza gitana, hizo a Marino Soriano y Mariano Navarro siendo unos jóvenes les despertó la curiosidad de acercase a aquella familia para ver si les acompañaba alguna moza. Para
ello fueron con la escusa de comprarles una burra que llevaban pero
he aquí cuando se vieron envueltos en el trato por el gitano y casi
con la burra en las manos. Cuando uno de ellos tuvo la idea de que
para cerrar el trato primero la burra debía ser revisada por el
señor veterinario. Pero nuevamente surgió la paradoja de que el el
pueblo no había veterinario y para ello tuvieron que recurrir a otro
joven para que ejerciera en esa situación de veterinario. Fueron a
hablar con José María Gonzalo y contándole lo que les ocurría les
dijo que tranquilos que se fueran para allá que ahora después iría
él. Al cabo de un rato asomó José María con una bata blanca y con
endoscopio colgado al cuello para hacer el reconocimiento a la burra.
La sometían a todo tipo de pruebas, pero como era invierno la
metieron por ventisqueros de nieve ya que había una gran nevada y al
pasar al reguero del Barranco la metieron el los charcos, cuando la
burra al sentir la frialdad del agua para no llegar a la congelación
no le quedaba más remedio que encoger las patas alternativamente,
primero una y después la otra. Ahí fue donde se deshizo el trato ya
que ``el señor veterinario´´ alegó en su informe que la burra
tenía TA-RA-RA-TAS en las patas.
-Ya es difícil engañar a un gitano...
En los tratos intervienen el vendedor y
el comprador pero en zonas del sur surge un tercero, el corredor. La
función de este es buscar comprador y orientar al vendedor de quien
le puede comprar y mediar a la hora del trato para que este se
realice ya que así el pueda cobrar un porcentaje.
Fue Isidoro, ``el serranillo´´,
hombre experto, hábil como corredor y pícaro, aun que en el primer
pronto siempre daba la misma respuesta: La cosa está muy mal.
A finales de los años ochenta Isidro
García, ``el chotero´´, pastor trashumante en el trato de los
corderos intervenía Isidoro como corredor en el cual había un
estira y afloja en el precio de los corderos, con la diferencia de
una peseta. Cuando Isidoro dijo a Isidro que era muy cabezón por no
querer dar los corderos a ese precio. Entonces Isidro contestó a
Isidoro:
-Si me regalas un sombrero como el que
llevas trato hecho.
-De acuerdo.-Dijo Isidroro.
Así se cerró el trato.
Transcurridos unos días después de
cargar los corderos Isidoro le comunicó que se pasara por el pueblo
y recogerle el sombrero. Yo mismo fui a recoger el sombrero a casa de
Isidoro.
Ya de vuelta al cortijo entregué el
sombrero metido en su tambor a Isidro y el hombre lo sacó tan
contento. Cuando al verlo observamos que el sombrero estaba usado.
Isidoro compró el sombrero pero el nuevo se lo guardó para el y el
viejo se lo mandó a Isidro.
Pero si alguien fue dado al trato y
todo tipo de apuestas hay que recordad a Wenceslao Almazán conocido
como `` El Tío Uve´´. En sus reuniones y tertulias en casa de
practicante del pueblo, don Ángel, y con sus colegas Domingo Lahoz,
José Esteban, Joaquín Ibáñez y Florencio Romero raro era el día
que entre ellos no surgiera el trato o alguna apuesta.
En 1973 Wenceslao era poseedor de una
yegua que en pleno invierno y a consecuencia de algún cólico equino
murió.
Llegada la primavera un día Wenceslao
dijo a su mujer:
-Voy a ir al pueblo de Calomarde para
ver si compro alguna bestia que haga collera con el mulo que nos
queda.
A sí que para allá fue cuando a los
dos días ya de vuelta asomó con una burra del ramal. Su mujer al
verlo solo hizo que reprocharle que para qué querían una burra ya
que la burra no haría buen juego con el mulo que debería de ir y
devolverla. Ni corto ni perezoso al día siguiente Wenceslao
nuevamente marchó con la burra a Calomarde. Cuando a los dos días
siguientes su mujer no daba crédito a lo que veía ya que Uwenceslao
nuevamente había regresado de su marcha a Calomarde pero esta vez
con dos burras.
Josefa , su mujer, le reprochó con más
razón lo de las burras si era poco una ahora dos cuando Wenceslao contestó con una rotunda afirmación:
-¡Josefa el trato es el trato...!